Son tiempos de un replanteamiento de lo humano y su interrelación con el mundo. Entre sus pares y el entorno que lo habita. Ante la debacle de un sistema moribundo aferrándose a nostalgias del pasado y un nihilismo negacionista huyendo hacia ninguna parte. Deja una imagen de un futuro sin rostro, lleno de incertidumbres y soledades.

En el imaginario de este trabajo, subyace la imagen del hombre y el paisaje romantico, representado en las pinturas de Caspar David Friedrich. Pero a diferencia de lo que transmiten esas representaciones, en las cuales el ser humano se fusiona con la naturaleza en busca de lo Absoluto, ese ser humano hombre, proclamando su egocentrica masculinidad en lo universal, metamorfoseando su orgullo y soberbia en comunión y alianza con su entorno, ha devenido el caos y la fragmentacion del mundo postmoderno. 

Este imaginario se ha transformado en ruptura de los pilares que sustentaban el habitat como espacio prestado y compartido. Un hombre deconstruido, perdida su responsabilidad como habitante solidario de un mundo que no le pertenece y que ha devorado, devorándose a si mismo. 

Resta la soledad de su propia exclusión. Viendose como ente creador participado de su entorno, hoy es un ente consumidor enajenado, devorador de su entorno. Pareciera la huida hacia delante de un suicidio colectivo. Un sentimiento melancólico anidado en la catástrofe, en la pérdida, en lo ausente, sin esperanza de retorno. Es la imagen publicitaria de un mundo altamente tecnologizado, vendiendo un futuro de utopía igualitaria en donde el dolor haya sido desterrado, y cuyo soporte es una base fracturada sin linea de horizonte.

Volver a las ruinas, no para reconstruirlas en lo que fueron si no en lo que no fueron.

W. Benjamin: que la absoluta falta de garantías sea la posibilidad más propia de la que dispongamos; sin otro fundamento que aquel vacío de “hacer sitio”, dar un salto de tigre en el abismo del tiempo. Por eso, para eso, es indispensable dar cabida al recomienzo.