Los algoritmos son una serie de instrucciones que permiten hacer y resolver diferentes operaciones. Aunque están ampliamente asociados al ámbito de la tecnología, la construcción de una secuencia de pasos para realizar una tarea, no es ajena. Ejecutar una receta de cocina, indicar una dirección, hasta pensar cómo armar o desarmar algo, todo sigue un orden, una secuencia para obtener un

resultado.

En esta llamada revolución digital, convivimos diariamente con la mayoría de los algoritmos sin darnos cuenta. Desde las aplicaciones que nos indican la mejor ruta a seguir hasta las sugerencias a la hora de recibir noticias destacadas en nuestros teléfonosmóviles, todas utilizan algoritmos. Hoy, nuestras actividades y desarrollo cotidiano, e incluso preferencias, gustos y deseos son regidos por algoritmos.

El problema es la opacidad en su funcionamiento y no solo en el hecho de no saber cómo, quién y para qué manipulan datos. Porqué aparecen sesgos y prejuicios vinculados al género, la clase social, la edad o el color de piel....o si bien son errores de una mala programación que conducen a graves daños y abusos, que pueden afectar la vida de las personas. Errores, intencionados o no, como una identificación errónea del reconocimiento facial, identificación fiscal, malinterpretacion de comportamientos…

Andy Stalman, experto en “branding“ dice que el ser humano se transformo en algoritmo. Que la linea que separa al usuario, consumidor, cliente del algoritmo es cada vez mas delgada. Que vivimos en el desierto de la postmodernidad en el que los espejismos de las redes sociales y las aplicaciones no lavan el cerebro si no que lo programa. Que somos algoritmos. Y que, contradictoriamente, la economía de esta era necesita que todos consumamos para funcionar, al mismo tiempo que necesita que generemos data, información. En base a esta información se desarrollan algoritmos, falsamente para facilitar la vida. Y su combinación con las

maquinas es lo que esta cambiando la sociedad actual,. y sofisticando la manipulación. Se vive en un estado de alienación constante como vacuna contra el virus del libre albedrío, el pensamiento crítico y la duda. Este estado beneficia a las

grandes corporaciones en connivencia con otros grupos de poder, que manipulan y dirigen la información a sus intereses, siempre espurios.